domingo, 10 de febrero de 2008

2007-08: UNA ODISEA CUATRIMESTRAL


"Todo lo que somos, sí, tiene ese revés de sueño, ese cimiento o esa escombrera turbia, y alguien se preguntaba, irónico, por los sueños de Kant, de Descartes, de Hegel. ¿Qué clase de sueños no tendrían esos monstruos de la razón? Toda la represión mental de sus sistemas había de tener, sin duda, un revés caótico, doliente y atribulado. Cómo negar la mitad en sombra de la vida, si ahí están los sueños" Éstas disquisiciones entre profundas y crepusculares, se hacía el bueno de Paco Umbral (d. e. p.) al principio de Mortal y rosa, entre la duermevela y la acritud mañanera de un sabio cascarrabias al levantarse. Sin duda, todo un resumen de una actitud ante la vida del luchador impenitente, del escritor solitario en su cueva de Platón, que intenta tocar las sombras de algo que puede ser pero que no se muestra como es. Así es la vida, y así se siente un investigador a la hora de sumergirse sin escafandra en ese océano eterno de lo que está por escribir, siguiendo estelas de miles de barcos con los que sueña que algún día le llevarán a un puerto conocido. Como un Ulises perdido en Dublín o como un Quijote desperdigado por el universo manchego que es el mundo, me siento yo estudiando historia.

Recientemente, tuve la ocasión de volver a ver la enigmática obra del genial Stanley Kubrick, 2001: Una odisea en el espacio. Recuerdo ahora la primera escena, cuando unos simios con mala leche expulsan de su plácido edén, una charca, a un grupo de atribulados congéneres que se vieron obligados a pasar las de Caín. Cae la noche, y un monolito negro hace aparición desconcertando al personal. Los lánguidos antropoides, con un atontamiento vespertino similar al de Umbral, olvidan su añorada charca ante la "cosa rara" que no estaba el día anterior. Uno de ellos, menos rezongón que el resto del grupo, se deja llevar por su instinto y toca la piedra, le siguen los demás. ¿Qué raro, qué dura es, qué será esto, por qué no se mueve, qué quiere decir, de dónde habrá venido? Cuánta curiosidad. El espabilado monito, iluminado por la oscuridad de la piedra, encuentra el hueso de un bicho muerto que parecía anunciar lo propio para los padres de la humanidad. Pero ya nada es lo mismo. Con la misma extrañeza y curiosidad con que había tocado el monolito, coge la tibia, la observa y... ¡Eureka!, no es un objeto inerte, no es una imagen de lo que les espera, es una herramienta para golpear, "la charca es nuestra" pudo pensar. Como un mono sutil voy caminando por la vida, tropezando con huesos y encontrando monolitos dignos de admiración, piedras indescifrables que se yerguen hacia el cielo invitándome a mirar, y obligándome a pensar de dónde viene lo desconocido.


Desconozco muchas cosas. Como los aedos de la antigua Grecia, voy creando un poema en mi mente, donde las fórmulas recurrentes de mi pensar van concatenando historias y conceptos, formando un cartapacio lleno de lugares comunes que me ayudan a interpretar el mundo; así creo uno propio a partir de las ruinas que se ven entre las sombras de lo ignoto. Así es como descubrí, absorto y desnudo de convicción alguna, esta asignatura tan amplia y esquiva que es la Historia Económica de la Edad Moderna. Mis herramientas, más endebles y rudimentarias que un simple hueso, no eran más que cuatro palabras técnicas de economía, algunas horas de clase que me despertaron un poco el ingenio y las lecturas de las horas muertas (casi todas), que hicieron de mí un simio más o menos civilizado. Sin más garantías que la desesperación del investigador anunciada por el maestro, me embarqué en una odisea del conocimiento, con tripulación desconocida, pocos víveres y una brújula desimantada que anunciaba muchos tumbos bibliográficos. Y sin embargo, nunca estuve tan seguro de que quería llegar hasta el final. Fue de esta forma como, junto con mis compañeros, cuyo trabajo inestimable les agradezco ahora (nunca han fallado y su esfuerzo ha sido magnánimo), nos metimos en un tema sobre el que yo, personalmente, no tenía gran idea. Movido por esa curiosidad extraña, que tiene la misma atracción que pueda provocar mirar desde un acantilado, me adentré en los recovecos de un proceso llamado protoindustrialización, un nombre desde luego con poco gancho pero con mucho fondo.


Al principio, fue un sinvivir de búsquedas de libros cuyos títulos, largos hasta la cefalea, comprendían nombres tan dispares a priori como feudalismo, capitalismo, revolución o comercio, cuando no estaban en inglés. Al comenzar, no tenía ni siquiera una somera idea de cómo poder encontrar algo lo suficientemente concreto entre tal festival de páginas repletas de tecnicismos, con la excusa de una palabra, economía, que en mi cabeza era tan incomprensible como la Santísima Trinidad. Pero las clases fueron pasando, la revolución de los blogs resultó una nueva ventana al mundo de la expresión, el conocimiento (y me atrevo a decir que del entretenimiento), y semana a semana, el aula en lugar de ser un aparcamiento de oyentes se convirtió en algo participativo. Usando símiles económicos, nuestro capitalista de conocimiento aplicado, mercader de las notas (jeje), el profesor, nos hacía trabajar duro en una fábrica de ideas en la que se producía conocimiento. A juzgar por todos los trabajos que he podido ver, la productividad ha sido muy alta y, trabajando en serie, la mayor parte de los miembros de la clase creo que hemos proporcionado un volumen de oferta muy considerable, abasteciendo buena parte de la demanda sobre Historia Económica de la Edad Moderna, y es que cada una de nuestras investigaciones podría encajar perfectamente con las otras. Creo que, funcionando como partes especializadas de una misma clase, hemos dado un buen repaso a buena parte de los aspectos fundamentales que estaban en el índice de la asignatura. De hecho, en mi opinión, sería una gran idea que todos copiásemos y guardásemos en nuestro disco duro los trabajos de los demás.


Poco a poco, sudando tinta en ocasiones, aquellos conceptos de los títulos que parecían desligados, empezaron a formar parte de una historia coherente. A través de los apuntes tomados en clase, la bibliografía, los comentarios de los compañeros y las presentaciones, empezó a iluminarse la existencia de un proceso que tuvo lugar entre finales del siglo XV y finales del XVIII, que, lejos de mostrar una realidad estática sometida a fuerzas incólumes como la religión o el privilegio, se mostraba cambiante, revolucionaria y contrarrevolucionaria a veces, otras adelantada a su tiempo, y en todo caso, dinámica y casi contemporánea. La economía, aunque la gente no se hiciera cargo de la palabra hasta hace poco más de dos siglos, ha existido siempre en la historia del hombre, porque no es algo aplicado, es la esencia misma de la supervivencia y el progreso, es una herramienta intelectual que tenemos que aprender a utilizar. Como historiadores en formación, el punto de vista económico de la realidad, tan válido como cualquier otro, nos ha servido para ver las sutilezas de una época tan viva en la actualidad como la pudieron sentir sus contemporáneos. Como si se hubiese abierto un vórtice interdimensional en el espacio-tiempo, en pleno siglo XXI hemos discutido la visión legalista y conservadora de Nicolás de Oresme, dándonos cuenta de lo sutil de sus aseveraciones al entender la moneda como una transubstanciación del rey, algo casi divino en lo que puso su acento Ernst H. Kantorowic; o como la teoría del Precio Justo de Santo Tomás de Aquino estaba fuertemente influida por una visión cristiana e incluso aristotélica de la realidad. Hemos visto el surgir de las prácticas mercantilistas no cómo el nacimiento de una nueva escuela, sino que, empatizando con la mentalidad de aquel tiempo, nos hemos puesto de acuerdo en la existencia de unas prácticas cuyos antecedentes son innumerables y que obedecían a la lógica de la supervivencia, del orden del Estado y la sociedad moderna y de constructos mentales difíciles de ver, que nos han llevado a hilar fino descubriendo lo que es un juego de suma cero.

Hemos hablado también sobre la visión de la Historia Moderna a través de redes. Redes sociales que nacían de las relaciones de clientes, de aristocracia noble y humildes súbditos, de campesinos y comerciantes, de comerciantes y gremios, de reyes y cortesanos y de reyes y banqueros. De igual forma nacieron redes entre países, que para poder entenderlas la visión económica de la historia resulta indispensable. Y para ver la trascendencia de este fenómeno y su carácter universal, no viene mal leerse El Padrino, ambientado en las relaciones clientelares de la mafia en el siglo XX, como nos recomendó nuestro profesor en cierta ocasión. Esas redes sociales y económicas, esa confluencia de intereses tan humanos como eternos, nos pusieron sobre la pista del nacimiento del mundo global, de la periferia, del centro o de los nódulos como prefiere Yun Casalilla, que existieron y existen para dar forma a una compleja red internacional que ha moldeado el mundo y ha condicionado la historia en gran medida. La era de la globalización tiene su principio en la First Global Age que maduró a traves del comercio mediterráneo y europeo y a ráiz del descubrimiento y colonización de América. Se abrió un mundo nuevo cuyas manifestaciones económicas son innumerables, de ello da cuenta uno de los trabajos sobre el comercio con América, pero las manifestaciones intelectuales que afectaron a la economía, también han formado parte integral de nuestro constructivo totum revolutum.


Las ideas ilustradas, el fortalecimiento de la burocracia estatal y la creciente importancia intrínseca de una nación que comenzaba a escapar de disquisiciones confesionales, tomaron cuerpo en un sentido económico con la fisiocracia francesa del marqués de Mirabeau, Quesnay, Dupont y otros que empezaron a valorar la significancia de la riqueza, teniendo en cuenta elementos como la banca y el sentido cíclico de la renta, aunque desde un punto de vista rígido, caracterizado por el intervencionismo, las ideas poblacionistas y el aferramiento a la tierra como salvación del hombre. Sin embargo, desde esa perspectiva de la complejidad humana, de la mente incansable del hombre curioso, que desde el primer hueso hasta la actualidad ha sentido una atracción turbadora por lo diferente, hubo individuos que pensaron de forma distinta a sus coetáneos y sociedades que, muchas veces sin percibirlo sus individuos, actuaban de una manera diferente a lo que los cánones intelectuales y académicos de su tiempo percibían. En mi parte del trabajo de grupo, dedicada a la época anterior a la Revolución Industrial en Inglaterra, me he encontrado precisamente con que todos los procesos en teoría ya estudiados, a veces tediosos y aparentemente poco innovadores, encierran en sus múltiples interpretaciones el fenómeno lento pero inexorable del asentamiento de un capitalismo que nació de forma natural, en medio de todas las ideas intervencionistas y la filosofía entre racionalista y iusnaturalista, que parecían haber descubierto el secreto definitivo del mundo. Ningún proceso es unívoco, nada tiene una sola causa y ninguna disciplina epistemológica, incluidas la historia y la economía pueden plegarse a un modelo que no admita discusión.


Si Inglaterra puede ser un buen ejemplo, pero sufre de muchas controversias con las que me he devanado la cabeza en mi trabajo, en Holanda, que cumplidamente han cubierto los del grupo Países Bajos en una personal búsqueda del völkgeist de la pequeña gran potencia, vemos el caso de un país donde se dieron unas prácticas mercantilistas perfectamente combinadas con un laissez-faire de cara al exterior, que fue posible gracias a la economía europea más capitalista en esencia durante los siglos XVI y XVII, o al menos así me ha parecido a tenor de trabajos y explicaciones en clase. Para no despistarnos, conviene aclarar que cuando hablamos de mercantilismo (aunque ya haya dicho que no se trata de un movimiento o una escuela que defina unas características inequívocas), tenemos en mente la idea de una concepción basada en la protección de la economía interior (frenar las importaciones y potenciar la producción nacional), al tiempo que se trataba de crear monopolios en el comercio exterior, pues el mercado era entendido como un juego de suma cero, y se insistía en la acumulación de los metales preciosos como elemento de riqueza. Sobre el papel, desde que Adam Smith utilizara el término de forma crítica, los alemanes Roscher y posteriormente Hecksher pretendieron convertirlo en un protocolo económico del progreso. La historia, incluso basándonos en los documentos, nos muestra que hubo tantos mercantilismos como estados, y que aunque hubo tendencias proteccionistas comunes, la llamada era del mercantilismo vio la práctica del librecambismo y estuvo asaeteada de fenómenos propios del capitalismo actual. Incluso, en ese área mediterránea con enrevesadas redes señoriales y cortesanas, donde se daba una economía agraria fuertemente rentista y prácticas "mercantilistas" en cuanto al comercio, mis hacendosas compañeras de grupo han demostrado que a pesar de todo, en Castilla hubo prácticas capitalistas e innovadoras que no fueron tan diferentes de las ocurridas en torno al Mar del Norte, al menos en el capítulo de la protoindustria sobre el que hemos trabajado. Y para más inri, ahí están los escritos de los arbitristas, luego los proyectistas, que imploraban por la necesidad de abrir fronteras, crear industria, reducir las exportaciones o las importaciones y viceversa, así como de reformar la agricultura. Todo ello son muestras de un pensamiento económico mucho más sutil que la mayoría de modelos aplicados a la Edad Moderna durante los siglos XIX y XX.


Malynes, Misselden, Mun, Locke, Child, William Petty o Hugo Grocio, son nombres ahora conocidos para nosotros, que nos obligan a reflexionar y replantearnos el concepto de atraso o inmovilismo para la época preindustrial. Todos ellos, desde perspectivas diferentes, fueron la avanzadilla de la ciencia económica, se pararon a mirar el mundo fijándose en detalles de una forma innovadora, y en sus escritos (sin olvidar a los fisiócratas) se encuentra la inspiración de las teorías de Adam Smith, tan admirado por el mundo de la economía, y no faltan razones. No voy a extenderme sobre el pensador escocés porque ya hemos publicado dos entradas al respecto, pero al menos quiero señalar que, montado a caballo sobre los sucesos de su tiempo, tuvo la inteligencia de ponerlos juntos y, desde su visión personal (deudora de muchos otros pensadores) creó una escuela puramente económica cuyas teorías han sido en buena parte las desarrolladas en siglos posteriores de pensamiento económico, y eso que era un hombre del Antiguo Régimen. En cuanto a la importancia de la tierra y sus reformas, uno de los puntos en que Adam Smith se diferenció de los fisiócratas por considerar que la riqueza podía generarse por los medios de producción y no necesariamente del producto agrícola, su influencia en la industrialización ya prácticamente de la Edad Contemporánea debe ser matizada, igual que las reformas que sufrió a lo largo de los siglos XVII y XVIII en varias regiones europeas.

Si los enclosures británicos fueron vistos por los marxistas como el vector de la capitalización económica y el desencadenante de la sociedad de clases en Inglaterra, verdad en parte, no es menos cierto que el comercio ya se estaba desligando de los gremios, y que antes de que Jethro Tull y Charles Townshend explicaran sus métodos, la industria doméstica, los campesinos asalariados y los yeoman leaseholders y freeholders ya actuaban en búsqueda del beneficio y la gentry comenzaba a dominar la situación económica. No obstante, la capacidad de la yeomanry para dedicarse a actividades no sólo agrícolas y su independencia económica de los señores, vino en gran parte causada por nuevos métodos de cultivo que se beneficiaban del abono del ganado (up and down husbandry) y del cercamiento de las grandes propiedades u open-fields. La privatización de la propiedad campesina y los nuevos métodos de cultivo ayudaron a superar las limitaciones a la población y a la expansión de los negocios acelerando los procesos, pero hay razones a favor y en contra para considerarla la causa primigenia de un fenómeno que tuvo lugar con considerable rapidez. Lo mismo se puede decir para Holanda: sus polders fueron verdaderamente un desafío a la naturaleza y las ideas tradicionales que acabaron con las carestías, pero el capitalismo de la república neerlandesa hunde sus raíces en numerosos procesos políticos y sociales que se remontan a la Edad Media y que surgieron probablemente de las iniciativas de los comerciantes y banqueros urbanos, deseosos de enriquecerse, deseo al que ayudó bastante el asentamiento del calvinismo que vino a derribar las reticencias católicas a lo que se consideraba avaricia y usura. Además, la extensión de las reformas agrícolas fue irregular tanto en el espacio como el tiempo. Pero no debemos negar tampoco que, al menos, en el caso inglés, en los lugares donde dominaron los enclosures se dio un rápido desarrollo de las prácticas capitalistas, son procesos que se retroalimentan sin duda. En muchas ocasiones, probablemente fue el capital mercantil el que promovió los cercamientos y no al revés, pero también la masa de campesinos que trabajaron para los comerciantes debían su libertad y sus medios al nuevo régimen de propiedad. Volvemos a darnos cuenta de lo complejo de la modernidad. Francia, un país eminentemente agrario con una nobleza muy poderosa y donde existían numerosas propiedades latifundistas, gracias al colbertismo y a la renovación burocrática de un Estado intervencionista, logrará desarrollar una protoindustria importante y una producción global superior a sus competidores a pesar de la ausencia de reformas tan claras como en Inglaterra. Y si vemos Europa desde una perspectiva general, igual que podemos afirmar que el XVIII fue un siglo de crecimiento, no podemos negar que las prácticas tradicionales pervivían en buena parte del continente.


Otro punto de discusiones y controversias ha sido la crisis del siglo XVII. Vista tradicionalmente como lo más característico de su siglo (al margen del arte y las ciencias), en muchos de nuestros trabajos aparecerá como un hecho aceptado. Vale, pero en los diálogos en clase, y además he publicado una entrada sobre el tema, hemos puesto el acento en la característica desigual, interrumpida y cambiante de la misma; en la superación con pocas dificultades de la adversidad en el área circundante al Mar del Norte, y en cómo región a región, la crisis ocurrió de manera distinta (más intensa en el Mediterráneo), mientras que en algunos aspectos y en algunos lugares, el siglo XVII fue una época de progreso, de urbanización, de cambios beneficiosos y de evolución hacia el capitalismo. La protoindustria inglesa es un claro ejemplo de ello, pues fue la segunda mitad de esta centuria la que marcó el inicio de la fabricación de las new draperies y el cambio social y técnico necesario para el esplendor del siglo XVIII. Poco más puedo decir que no haya dicho ya. Como he querido expresar, a lo largo del cuatrimestre, las ganas de saber y el interés por deshacer mitos nos han llevado a temas de considerable complejidad, de los que al menos hemos sacado un útil espíritu crítico y ciertos conceptos que nos han puesto en la pista de posibles investigaciones a desarrollar en tiempos venideros. En este orden de cosas, asuntos como la corrupción, la doble contabilidad o la sisa, han salido a colación con temas tan centrales de la historia moderna como la Casa de Contratación de Indias de Sevilla, permaneciendo aún los efectos que las investigaciones de Michel Morineau provocaron al lograr contradecir el famoso estudio de Earl J. Hamilton, sobre la entrada de oro y plata en España durante el XVII. No menos sugestivas fueron las consideraciones en torno a entender la Guerra de las Comunidades como el choque entre el desarrollo de la burguesía castellana y la monarquía autoritaria, un capítulo que espera aún un análisis económico exhaustivo. Y no me quiero olvidar de los dimes y diretes sobre la situación de la mujer que, cuando saltaba la liebre, ocupaban minutos y minutos de clase, gracias al activo sector femenino al que no queda otra que agradecer su participación. Todo esto son señales inequívocas de que en general, hemos sido una clase dedicada a pensar, algo que por sí solo hace que merezca la pena estar en la universidad.


Así he disfrutado de mi viaje, saciando mi curiosidad por cosas que ni tan siquiera sabía que me interesaban. Ahora me alegro de que, guiado por mi instinto de primate, decidiera meterme en la algarabía de blogs, memorias y trabajos que ha sido una cuatrimestral con la que he leído, pensado, discutido e incluso enervado mucho más que con otras asignaturas anuales. Historia Económica de la Edad Moderna, para mí ha sido un hueso (en el sentido "kubrickiano" de la palabra), que me ha servido para sacudir a los convencionalismos erróneos de mi inteligencia primitiva en lo que a historia se refiere. Ahora sólo me queda ir a mi charca o laguna mental, en la que, con lo que he aprendido en esta asignatura, quizás haga un polder, donde plantaré las semillas del conocimiento venidero sobre buena tierra. Como dijo Machado, "Caminante no hay camino, se hace camino al andar...". Con la mirada puesta en el infinito, dejaré que mis pies se guíen por la curiosidad, y emprendan la odisea, que no carrera, en la que se ha convertido la Historia, dueña de mis pasos hasta que yo pase a formar parte de ella. Desde el respeto a doña Clío, le pediré que rinda cuentas ahora que me interesa la economía, con la que he aprendido que para maximizar los benificios hay que maximizar primero el esfuerzo. Esfuerzo por mantener la curiosidad, esfuerzo por intentar abarcar varias disciplinas, ese es mi capital, ¿qué importan los beneficios mientras éste sea inagotable? Ha sido un placer compartir la experiencia con vosotros, mucha suerte, nos vemos.

APORTACIONES DEL CURSO HISTORIA ECONÓMICA EN LA EDAD MODERNA. Marina Egea

APORTACIONES DEL CURSO

HISTORIA DE LA ECONOMÍA EN LA EDAD MODERNA

Marina EGEA FERNÁNDEZ

La primera impresión a tener en cuenta es la globalidad de las redes económicas del mundo moderno: parece que es propiedad exclusiva de la Contemporaneidad, y naciente justo después del convulso siglo XIX y de las dos Guerras Mundiales, la estructura mundial como un mapa en forma de telaraña, interconectado a través de horizontes y mercados cada vez más amplios y más pequeños a las exigencias políticas y económicas de las estados que en el futuro serán potencias; exigencias ligadas a los patrones internacionales. El siglo XIX acuñó el término “Antiguo Régimen” y gracias a eso la totalidad de la compleja economía de la Edad Moderna se suele hacer “antigua” y puede que incluso (exagerando un montón) hasta “antidemocrática” en nuestra mente acostumbrada contemporánea. Naturalmente que arrastra elementos medievales (el régimen señorial, el enorme peso de la agricultura y su desequilibrio con la ganadería, la omnipresencia del pensamiento religioso, no deben olvidársenos), pero ya incorpora elementos novedosos identificables con un primer capitalismo cuyos antecedentes podemos ubicar en la Baja Edad Media. La búsqueda de beneficio, la ampliación de nuevos mercados y redes comerciales, incorporando nuevos espacios (el Descubrimiento de América fue el precedente de la globalización, la extensión del comercio a África y Asia). La First Global Age amplió el mundo conocido y gestó una economía cada vez más compleja, identificable con la curiosa unión de novedad y tradición. Este hecho la aleja de ser una ciencia todavía en los siglos modernos, pero, sin embargo, nos ha dejado el concepto griego: `ho nómos oikú, “el gobierno de la casa”, con el que seguimos identificándola a pesar de no significar lo mismo que hoy. Por eso no debemos caer en el anacronismo: empezó a desarrollar actividades innovadoras que han despuntado en la actualidad (como el precapitalismo y la protoindustrialización), pero oikós se identificaba con una realidad más ajena a nosotros, una sirviente del poder, del rey absoluto, dueño de la hacienda de su reino, el “pater familias” que controlaba la economía como los demás aspectos de su monarquía. En este sentido, conviene cambiar el “chip” que tenemos hoy hacia la Economía y entenderla en otros parámetros: su objetivo estaba ligado al estado moderno (=rey), dirigido a asentar su propia posición, un fin en el que estaban feudal e inteligentemente indefinidos lo público y lo privado, convirtiéndose en patrimonio personal del soberano el estado y, cómo no, sus impuestos y cargos públicos, que vendía o concedía como gracia cuando la hacienda (patrimonializada igualmente) carecía del suficiente caudal para seguir financiando sus empresas internacionales, además de recurrir al ya innovador y precapitalista banquero prestamista. No era oeconomía, sino deconomía, que ligaba nacimiento de nuevos mercados y de estructuras capitalistas junto a elementos teológicos (la usura) y clásicos (es una economía informal, asentada en la confianza, en el mundo clientelar), creciendo el papel de las instituciones, medios en los que se unían ambos aspectos, tradición e innovación, pues a través de ellas los recursos fluían del sector privado al público, o del particular a la red. Desde el punto de vista fiscal y económico serán muy importantes los parlamentos o Cortes, que aprobaban los servicios extraordinarios al rey, vislumbrándose todavía relaciones feudovasalláticas, pero detrás (sobre todo Holanda e Inglaterra) de la Revolución Financiera, la capacidad por parte de los estados para mejorar la financiación de la Monarquía, ligado a la deuda pública consolidada, estando el punto clave en el crédito. La deuda flotante y la deuda consolidada, dos aspectos cuyas formas empezaban a traspasar las barreras de la tradición para acceder a la innovación: con la primera a través de empréstitos a la Corona a cambio de un interés; con la segunda, con los préstamos a largo plazo, garantizados los pagos de sus intereses con el respaldo de las Cortes. Muchos autores han vinculado este nacimiento de un nuevo sistema económico de elementos medievales más estructuras novedosas de mercado con el fortalecimiento de las monarquías (nacimiento del Estado Moderno), como Wallerstein, principal ideólogo de las teorías de “Sistema Mundo”, que ofrecen una explicación global de la economía actual que arranca desde 1500. No obstante, su concepción teleológica y expansiva de centro, semiperiferia y periferia y la Historia como una sucesión de estadios hasta el progreso no debe hacernos caer en la concepción decimonónica positivista. El capitalismo no tiene por qué estar vinculado con sistemas políticos caracterizados por la representación (Parlamentos fuertes), porque también estaban los banqueros prestamistas precapitalistas, que actuaban de forma particular, además de existir diferentes tipos de crecimiento económico en cada país, dándose un crecimiento polinuclear, reticular donde no tiene por qué haber una única red, sino una intercomunicación de varios centros a la vez, lo que hace que la Historia Económica esté relacionada, a se vez, con muchos otros campos, como la Antropología.
Para mí este ha sido uno de los principales puntos de la asignatura, porque, además de ser los cimientos de la misma, sin los que no podríamos comprender no sólo la economía sino la política, la sociedad y la mentalidad modernas, te da una visión de la época enriquecedora, rompedora de muchos moldes con los que partes antes de entrar en la facultad. El feudalismo tardío y el capitalismo mercantil, el debate entre autores y corrientes sobre si hubo o no capitalismo en la Edad Moderna, unido a la diferente visión de la Historia Económica entre economistas (elementos cuantificadores) e historiadores (elementos cualitativos); su juventud (unos 200 años) desde su padre Adam Smith; su interesante interdisciplinariedad. No obstante, más que el contenido, lo que más me ha aportado es a aprender a analizar en procesos, a ver los por qués y no sólo los hechos económicos relevantes, así como a relacionar dichos procesos con los políticos y elementos sociales y mentales que he dado en otras asignaturas. Política, economía, sociedad y mentalidad resultan inseparables, pero también de otras disciplinas como la Antropología. La concepción de Schumpeter sobre su relatividad, su carácter heterónomo (detrás de una idea económica hay una ideología= historia política, social y mental), puesto que las acciones de los hombres obedecen a diferentes motivos, de modo que no debemos reducir nuestro análisis a una única lógica, debiendo combinar los casos individuales con las conclusiones colectivas, hacer una Historia interpretativa a través de los datos históricos para desentrañar los procesos. Si el anterior fue el principal punto de la asignatura, éste ha sido la principal aportación.
El principal problema de la época, en este sentido, tal vez sea la escasez de cuantificación, que implica una interpretación más delicada, de modo de no hay datos absolutos, sino sólo interpretaciones; ni los datos son un fin como pretende demostrar la Cliometría. El historiador económico debe ir más allá de la metodología, su misión es interpretar.
El siguiente punto a destacar es el hecho de distinguir a la hora de referirnos a la Economía y a la Historia Económica en general. Hablamos de “Economía en la Edad Moderna”, pero, como antes hemos dicho, su concepción era muy distinta a como la entendemos ahora. La Economía que hoy nos intercomunica globalmente nació como ciencia con Adam Smith a finales del siglo XVIII (todavía dentro, cronológicamente, de la Edad Moderna), se va consolidando a lo largo de la primera mitad del XIX, hasta llegar a su eclosión en la segunda con Marx y Engels, la concepción económica del Positivismo y sus diversas variantes en las potencias nacientes del siglo XIX (como la consideración de escuela económica al Mercantilismo en la Alemania de 1870), la Historia Comercial de Ranke y un largo etcétera que sentó las bases de compartimentación del saber que hoy nos caracteriza, no así en la Edad Moderna. 1929 como la quiebra generalizada del pensamiento económico europeo, a la consolidación como la disciplina más importante de la Historia de 1945 a 1975 a través de la Escuela de Los Annales, del Marxismo Británico y de la Cliometría. El interés braudeliano de hacer una Historia Total benefició a la Historia Económica y su deriva en la cuantificación como método de explicación en la Escuela de Cuantificación francesa con Chaunu y Lerroux a la cabeza y los Annales de Segunda Generación. La connotación más social del Marxismo Británico en su explicación de la transición del feudalismo al capitalismo o el leguaje demasiado críptico de la Cliometría, aplicando en ocasiones la Historia Contrafactual (Fogel). Pero no cayeron en la cuenta de que la lógica humana no está orientada únicamente a conseguir un beneficio, aspecto que nos lleva a la necesaria interdisciplinariedad de cada una de las ramas de la Historia creadas en el siglo XX (Sociología Magmática o de la Acción): Nueva Historia Económica. No obstante, tampoco debemos detenernos, como hace la Nueva Historia Fiscal, en extendernos en el relativismo hasta crear líneas difusas y confusas de procesos históricos. Este recorrido por la “Historia de la Historiografía sobre Historia de la Economía”, me servirá para valorar y tener en cuenta los diferentes criterios de investigación a la hora de ponerme yo delante de un documento.
La “omni-explicación” teológica y escolástica de los fenómenos en general, incluidos los económicos, que arrancó en la Edad Media y continuó en la Moderna, formada a través del Derecho Romano y de la tradición judía, constituyó una doble vertiente de concepción en la Economía: la mayoritaria tradicional y la de una propiedad privada y la difusión de negocios precapitalistas como la usura a pesar de estar condenados por la religión. Es interesante cómo Santo Tomás empieza a percibir y a reflexionar sobre estos fenómenos imparables, que ya analizará Francesco Dattini en el Instituto de Florencia en los siglos XIII y XIV. Santo Tomás, dentro de la órbita teológica, ofrece la Teoría del Precio Justo (sin fijarlo, como elemento de garantía para la conservación de la estructura social=orden y justicia) en relación a la expansión de los gremios y la inflación. Cómo va por un lado la rama tradicional y cómo va emergiendo y desarrollándose a la vez la innovadora. No obstante, otro punto interesante de la asignatura a señalar es la evolución interrelacionada de los fenómenos. La Historia, y en particular la Económica, no son departamentos estancos, etapas perfectamente delimitadas. Caer en eso sería un error gravísimo para un historiador y se debiera dudar de su auténtica vocación. Como hemos dicho arriba, el ser humano es diverso, multifacético y extraordinariamente complejo, de modo los acontecimientos y sobre todo las corrientes de pensamiento no pasan en balde a lo largo de su Historia: el mercantilismo no es sólo siglo XVII, sino que tiene un antes y un después y su presencia, por muy mínima que ya sea, podemos seguir notándola siglos posteriores aunque simplemente sea como crítica, porque no sólo existe el tiempo corto, sino también el largo, puesto que las mentalidades son más difíciles de cambiar (a mejor o a peor). He ahí otra aportación. Así, estas disyuntivas entre criterios teológicos y precapitalistas dan lugar a un proceso lento hasta el siglo XVII, en el que se había de justificar la presencia de beneficios (ser lícito prestar, aunque la solución ya vino dada a finales del siglo XV con el “Lucro Cesante” y los costes de oportunidad, que legitimaba el cobro de intereses pero no en función del libre mercado, empezándose a no indicar en los contratos el interés real sino el nominal), pero no por ello se olvidaron los tradicionales criterios (incluso en la Fisiocracia dieciochesca se creerá antes en la agricultura que en el comercio), de modo que hasta llegar a la Edad Contemporánea no se consolidará la idea de capitalismo como la búsqueda del beneficio con el comercio y el intercambio. Ya Nicolás de Oresme en el siglo XIV afirmó que el príncipe debía favorecer el comercio para aumentar la riqueza, pero todavía para favorecer el bienestar de sus súbditos y para conseguir más fondos para sus propias armas: los aspectos tradicionales permanecen en el pensamiento humano. El Mercantilismo tomará este objetivo de fortalecer la posición del rey en materia económica. Asimismo, el tema de la moneda, basada en valor nominal e intrínseco (“premio de acuñación”), este último más valioso en el siglo XVII al escasear el oro y la plata, valor mayor que el nominal no lo recogía, predominando el querer pagar con vellón.
Otra aportación ha sido la diferenciación entre “escuela económica” y “conjunto de escritos económicos”, entre los cuales se encuentra el debate sobre el Mercantilismo, al que, después de realizar el blog Auctores versus Mercantilismo, me ha convencido de situarlo entre los segundos, unido al hecho de que hasta Adam Smith no podemos hablar de Economía como auténtica ciencia. Por encima de los aspectos de todos conocidos del Mercantilismo (intervencionismo, bullonismo, proteccionismo, poblacionismo, la balanza comercial favorable y el fortalecimiento del Estado o Monarquía en torno al rey), me gustaría resaltar el papel de las redes clientelares, fundamentales en la Edad Moderna y en dicho “conjunto de escritos”: la legislación observadora no sólo tenía el objetivo de mediar en el desarrollo económico con un aumento de riqueza del propio rey, sino que también estaba asentado en el poder de las élites, clave en la época en la que nos movemos. La nobleza no pierde poder, sólo cambia de feudal a cortesana, transformando su poder en relación a la Edad Media: las redes clientelares en torno al rey. El Mercantilismo ayudaba a sostener esta realidad en la que el poder del rey no es contra otros poderes, sino en comandita. Se trata de una unión entre de poderes y de la voluntad del rey como fuente de derecho pero guiado en función de los apoyos que debía sostener, consolidándose de esta forma los intermediarios entre la Corte y el territorio, estableciendo redes, de donde parte el sistema financiero, cuyo equilibrio trata de mantener el rey: pacto-oligarquía-red-negociación. Los fundamentos de poder sobre la fiscalidad garantizaban y estructuraban las redes económicas de la Edad Moderna: el Mercantilismo no sólo era lógico en dicha sociedad, sino también vitalmente necesario para seguir manteniendo la articulación de dichas redes. Así como la diferencia entre ingresos fiscales (los impuestos directos e indirectos) y los no fiscales (ingresos por ventas de patrimonio regio). El vasallo ayuda al señor y el rey también tiene que ayudarle. Aquí nos encontramos el consilium del Arbitrismo, cuyos autores van a dar nombres y apellidos en la Monarquía Hispánica desde la segunda mitad del siglo XVI a finales del XVII, intentando dar soluciones tras constatar un problema. Sus escritos nos han servido para forjarnos una gran parte de la visión que tenemos hoy (fundamentalmente porque en el siglo XVIII y en los posteriores se han utilizado para resaltar el nuevo sistema económico desde la entrada de la Contemporaneidad), a raíz de sus debates sobre la decadencia de Castilla, la excesiva presión fiscal, las continuas guerras y el pensamiento agronómico, pero, sobre todo, su crítica a la salida de oro como causa de la pérdida de riqueza (Luis Ortiz, Álvarez Osorio, Caxa de Leruela, Sancho de Moncada, Juan de Mariana). Pero la línea de continuidad (otra aportación fundamental comentada algunos párrafos antes) hace que el Mercantilismo español no termine con los arbitristas, sino que se proyecte a los “proyectistas” del siglo XVIII que, como buenos ilustrados como Bernardo WARD, tratarán de analizar los problemas y plantear soluciones. Asimismo, el pensamiento inglés en torno a este punto también intentará dar respuesta a cuestiones prácticas y particulares, relacionada con tres temas básicos: la búsqueda de riqueza mediante balanza comercial positiva (Malynes, Misselden y Thomas Mun), el apoyo de la industria y el comercio para fomentar el empleo (Cary y Child) y reducir las tasas de interés del dinero (Child y Locke), así como el afán de cuantificación de Petty (aunque desestima la balanza comercial positiva), con su propuesta de crear un modo de medición económico en términos de números, pesos y medidas (desigualdad característica de la Edad Moderna). La concepción del paso entre la Edad Moderna y la Contemporánea de una economía cualitativa a otra cuantitativa (Víctor Kula). Y el caso francés con el Colbertismo, basado en el fomento de la industria asentado en un intervencionismo completo y la autosuficiencia económica del país, intentando atraer la riqueza a través de medios para favorecer la producción industrial (aranceles fuertes). Así como el de los Países Bajos, centrado en el interés por el comercio, basado en un proteccionismo más moderado, y en las prácticas bursátiles (la primera bolsa de valores del mundo era la de Ámsterdam en torno a 1600), mientras Hugo Grocio en 1609 hablaba favorablemente de la libertad de comercio (aunque determinado por específicas circunstancias históricas, la Tregua de los Doce Años), lo que demuestra la heterogeneidad del Mercantilismo. La Historia no son departamentos estancos, sino poco a poco cambios dentro de la continuidad, por eso es desde la continuidad desde donde se dan los cambios.
La Fisiocracia (fundamentalmente Francia, siglo XVIII) sí podemos encuadrarla como escuela de pensamiento económico por la coherencia de sus ideas y el “lobby” de intereses, poder y protección mutua del grupo. De nuevo, resaltaremos el aspecto más relevante y en este caso innovador de esta escuela, pues por encima de que tienda a revalorizar el producto agrícola como fuente de riqueza o incluso de que la tierra sea la única, cambia el concepto estático de riqueza, entendiendo que la riqueza sí puede ser creada (en este caso por la agricultura, pero personalmente me resulta más interesante destacar este aspecto, al considerarlo un cambio en el pensamiento económico, que tiende ya, sin serlo, a resaltar una esperanza en el individuo, ligándose la búsqueda de la felicidad ilustrada con la búsqueda de riqueza, aunque el salario sólo sea para asegurar el mantenimiento de ese producto neto, no para beneficiar al trabajador; no obstante, para este pensamiento la riqueza debe redundar en la idea ilustrada del bien común, que llegue a todo el mundo para el bienestar general, de la colectividad, no todavía del individuo), así como la apuesta por la libertad en el sector primario, que la convierte (podríamos decir) en el primero del Laissez faire posterior, acuñando el concepto de “producto neto” (la diferencia resultante de la producción total agrícola menos lo que se hubiera invertido en ella y todos los gastos que se desprenden de dicha producción y sus costes) y obligando ya a los propietarios a poner en producción todas sus tierras (primer ataque al mayorazgo). Sus grandes lagunas son los precios (el coste de la materia prima en la producción sin tener en cuenta la manufacturación) y los salarios (sin importancia, debiendo cubrir únicamente las necesidades de subsistencia de esos trabajadores. La concepción del trabajo como factor económico llega con Adam Smith), deseando gravar la riqueza sobre el producto bruto, dejándose ver aquí su tasación y preeminencia acerca de los privilegiado, pero sobre todo en el realce de la tierra. Hasta llegar a Adam Smith, la frontera entre la economía como “literatura” y la Economía como ciencia, aunque todavía podemos ver restos de pensamiento moralista en su obra cumbre, “La riqueza de las naciones”.
La dependencia del sector secundario de la preeminente agricultura incluso en las ciudades y países con economía más compleja, como Inglaterra y Holanda, en donde la tasa de ocupación real agrícola no bajó del 70% y en zonas agrícolas no lo hacía del 90/95%, hacían de ella el principal sector económico incluso en el siglo XVIII. Directa o indirectamente, buena parte de tributos del Estado provenían de él, de modo que en el momento en que había crisis coincidían con el menguamiento del poder, que tenía por ello menos capacidad de adquisición. Así, la agricultura ocupaba un lugar preeminente en la vida económica de los estados modernos. La Iglesia también dependía del diezmo y de los demás ingresos agrícolas. Era predominantemente cerealística (aunque con excepciones) por ser el alimento básico, por un aspecto de índole psicológico: no considerarse “del inframundo”, así como ser un cultivo consuetudinario, aspectos que retrasaron la entrada de cultivos alternativos como el viñedo (siglo XVIII) y las leguminosas (no generalizándose); y escasamente tecnificada (arados de madera, siendo así hasta prácticamente el siglo XVIII), siendo casi la única innovación la sustitución de los bueyes por las mulas, más rápidas y menos consumidoras, aunque su arado es más superficial, de modo que las tierras se iban agotando por el uso intensivo. En 1570 se promulgó la Ley de rendimientos decrecientes, al no corresponderse los productos obtenidos con el rendimiento, debido al agotamiento progresivo de las tierras, provocándose la subida de precio del cereal. Su desequilibrio respecto a la ganadería hacía que no existieran sistemas mixtos agrícola-ganaderos, no entendiéndose como complementarias, sino como competidoras (excepto Holanda). Cuando en el siglo XVI aumenta la población, se extendieron las tierras para cultivo, extendiéndose estos problemas. La aportación de esta parte, más que en el contenido, que se explica en cada asignatura de Moderna (la omnipresencia de la agricultura, que copaba los demás sectores económicos, aspecto que explica buena parte de su mentalidad), ha sido el comprobar que en el desarrollo de su crecimiento en términos cuantitativos y demográficos, están las bases explicativas de su posterior caída en el siglo XVII. Asimismo, la evolución de la propiedad me pareció el apartado más interesante de este tema, sobre todo en los inicios del proceso de privatización (destacando Inglaterra con las Enclosures), porque permite explicar las causas y orígenes de fenómenos posteriores, como, por ejemplo, las desamortizaciones y desvinculaciones del siglo XIX en España. La propiedad de la tierra se dividía en bienes públicos (del común (titularidad municipal, al que todos los vecinos podían acudir para su subsistencia) y los de propios (bienes del municipio o terrenos que en principio pertenecen al Ayuntamiento, pero los pueden utilizar sus miembros mediante arrendamiento, nutriendo sus ingresos las arcas municipales)) y bienes privados. Fue el aumento del precio del suelo el que provocó que progresivamente se fueran reduciendo los bienes del común, aumentando los propios, que pasan de ser de titularidad pública a privada, pues en generaciones ese bien lo acaparaba una familia y finalmente el Ayuntamiento se lo vendía, enajenándose a favor de una oligarquía asentada en los Ayuntamientos. Este proceso se generalizó a nivel europeo, pero destaca Inglaterra con el cercamiento de tierras o “Enclosures”, que determinará y sentará las bases de su despegue económico.
Tampoco debemos olvidarnos de la división de la propiedad en eminente y jurisdiccional. La primera referida al arrendamiento (si una familia generacionalmente la estaba arrendando pasaba a ser suya por el uso, pero no legalmente), la segunda aumenta en la Edad Moderna, pues el rey pierde derechos sobre ellos, los enajena y los vende. Ambas eran diferentes y se podían administrar de formas distintas.
Las innovaciones en la Agricultura fueron mínimas, exceptuando como siempre a Inglaterra y Holanda. Se continuaba con la madera, no perfeccionándose tampoco las técnicas de tracción; se rechazaban nuevos cultivos como la patata; las comunicaciones seguían siendo someras, de modo que se miraba más hacia la Edad Media que hacia la Contemporánea. No obstante, sí hubo una revolución en la economía agraria, de carácter financiero: su incorporación a los sistemas capitalistas, aspecto que ha sido la segunda gran aportación del tema. Cada vez va a mirar más al mercado. Continúa con el fin de la subsistencia pero los excedentes llegan al mercado, empezando a desear el agricultor transformar sus productos a dinero, implicándose la agricultura en los sistemas de mercado. Este contacto agro-mercado está en relación al alza de los precios (cada año los productos varían) y al incremento del stock monetario (más afluencia de oro y plata), que hacen que el dinero sea cada vez más frecuente en la agricultura, accediendo los campesinos a créditos rurales (los censos) para revalorizar sus productos. Cada vez más el dinero estará nutriendo la tierra, endeudándose para comprar tierras, compaginando con fuertes procesos de especulación, debido a la búsqueda de beneficio y mercado.
Así pues, el siglo XVI en la economía moderna es de expansión, pero también en la agricultura, entrando en esta última diversos factores: la revolución financiera y el aumento del stock monetario, el aumento de la población (que hace aumentar la mano de obra y la demanda inmediatamente), los nuevos mercados y la existencia y expansión de mercado financieros (la letra de cambio fue fundamental pues multiplicaba la posibilidad de comercio y mercado gracias a la mejor capacidad de transporte de las mercancías y las mejores finanzas. No obstante, aunque la agricultura también se benefició de estos mecanismos de pago, sufrirá también límites, como se puede comprobar en la Ley de Rendimientos Decrecientes de 1570, siendo éstos muy pequeños (1 de cada 4), con la excepción de Holanda (1 de cada 9/11), dependiendo también del clima, de la especulación y de las guerras. Este proceso me ha parecido de gran importancia para comprender su proyección de futuro. Pero la más interesante quizá sea la agricultura en los Países Bajos, conformándose como excepcional por su carácter científico. Allí el impacto de la técnica sí fue muy notable, destacando los “polders” (terrenos desecados al mar, drenados y puestos a cultivo mediante un sistema de presas y, posteriormente, molinos hidráulicos. Asimismo, también utilizarán en mayor medida que en Europa el abono, utilizando los detritus humanos (es una de las zonas más urbanizadas de Europa) para abonar los campos. Consiguen aumentar la eficacia de los arados, haciéndolos más resistentes, pero para ello tuvo que darse un gran desarrollo de mercado, que permitía una altísima capacidad de compra un espacio muy capitalizado y mejores tecnologías, así como un aumento de las inversiones en los “polders”. En Holanda, además, llegarán a rendimientos en torno al 1 por 11 y se darán casos de agricultura intensiva (la extensiva era la característica en la Edad Moderna), porque existía una cierta ganadería estante, lo que implica que en los Países Bajos no se dará desequilibrio entre ganadería y agricultura. Escapan, a su vez, del círculo vicioso controlando el comercio del cereal a través de Polonia, por eso no tenían por qué dedicar todo el comercio al cereal, asegurado su sustento, pudiendo destinar el campo a otros menesteres (ganadería u otros cultivos, sobre todo los ricos en nitrógeno, que permitían más fácil recuperación y una actividad muy superior a la gran mayoría de Europa. Todo este proceso fue surgiendo por la búsqueda de interés, pero hasta 1550 no se darán estas características gracias al aumento del precio del cereal ese año, abriéndose en abanico las posibilidades de lucrarse con el comercio en el Norte de Europa, implantando sistemas mixtos de otros cultivos (hortofrutícolas) y ganadería estabulada (también había subido el precio de la carne). Asimismo, es interesante destacar la rotación holandesa de ocho cultivos, en relación a la inglesa de cuatro y cómo estos últimos viajaban a los Países Bajos para conocer esta fructífera innovación: los dos grandes en la economía moderna aprendiendo mutuamente. En el caso inglés, el aspecto que me ha parecido más interesante, en el sentido de la proyección futura, es el conocido tema de las “Enclosures”, pero, en general, lo que más me ha aportado es la reflexión de cómo el haber sido una economía tan pujante desde el siglo XVII hace incomprensible el colonialismo e imperialismo que desarrollarán en el siglo XIX sin dicha “revolución” económica en la Edad Moderna. La agricultura inglesa pasó por diferentes fases de cambio en el siglo XVI, constituyendo una auténtica “revolución” con las transformaciones llevadas a cabo en la centuria siguiente, que le dotaron de prácticas muy avanzadas, que en algunos casos la harán mucho más productiva que en la Europa Continental (exceptuando a las Provincias Unidas). Este proceso evolutivo ha llamado la atención de los historiadores, especialmente de la Escuela Marxista (que puso especial énfasis en las formulaciones de tenencia de la tierra, el régimen de propiedad). Pero, sin duda, el fenómeno más importante desde el punto de vista del futuro, como hemos dicho antes, son las “Enclosures” (privatización a base de cercamientos de tierras). Esta reorganización del sistema agrario inglés creó una nueva estructura de clases (burgueses versus proletariado) y facilitó la acumulación de capital de manos de “empresarios” (los “yeomen”), estimuló el mercado interior en los factores del intercambio, del trabajo y de medios de subsistencia y materias primas. Según el Materialismo Histórico (Escuela Marxista) a partir de estas “Enclosures” se van a dar nuevas relaciones sociales de producción, creándose las condiciones básicas que luego derivarán en la Revolución Industrial, precedida por esta revolución agrícola, enfatizando el hecho de que los campesinos fueron cada vez más proletarios. Todos estos factores me parece muy interesan resaltarlos porque favorecieron el despegue industrial del siglo XIX. No obstante, el desarrollo de la agricultura no conllevó este importantísimo cambio social en la división de clases, sin haberse dado previamente la Guerra de las Dos Rosas (1455-1485). Existían también otros tipos de cercamientos, no sólo las “Encclosures”: bienes comunales, etc.
Además de la innovadora división territorial, existió una agricultura muy tecnificada en Inglaterra, que facilitó el cambio tecnológico. Una minoría de historiadores no marxistas pone más énfasis en este fenómeno que en las “Enclosures” como causa explicativa del cambio en la agricultura inglesa, tales como técnicas de irrigación de vegas mediante la desviación de corrientes para inundar las praderas, que aumentó la producción de cultivos como el heno, facilitándose la primera cosecha en primavera. Asimismo, aparecieron nuevos cultivos como la zanahoria, los nabos, las patatas, las coles, etc. y, por supuesto, el trébol. También destacar ejemplos de reproducción más selectiva del ganado, buscando que las reses aumentasen en peso. Holanda fue antes que Inglaterra en el despegue económico y en su evolución se diferencian en que mientras la primera se decanta por el comercio, la segunda lo hace por las manufacturas y la agricultura. Dentro de esta tecnificación hay que destacar las prácticas de cultivo (los sistemas trienales estaban extendidos y había algunos incluso tecnificados), la desecación de pantanos y marismas y un abonado más frecuente. Por último, el siguiente elemento que facilitó esta gran ascensión fue el peso de Londres, gran dinamizador de la agricultura inglesa en los siglos XVII y XVIII. Su configuración como gran ciudad también contribuyó, pues su necesidad de ser aprovisionada implicó la creación de un mercado extensísimo que propició que las nuevas clases capitalistas (“gentry” o “yeomen”) tuvieran un escenario privilegiado para vender. Peor lo más interesante es su impacto. Hoy se debate el impacto real y si sus elementos de cambio e innovación se dieron con la rapidez que se les atribuye. Hoy se habla de mezcla de avances limitados y parciales que en un momento determinado eclosionaron en una gran revolución agrícola. Es decir, no fue un continuum, sino que tuvo saltos y retrocesos, siendo desde 1688 cuando se dé el salto adelante. Fue un proceso mucho más espontáneo y especializado. Además, los datos demuestran que las “Enclosures” se producían más en la Edad Media, pues sufrieron un parón en 1500 porque en la primera mitad del siglo XVI era más rentable producir lana (Las ovejas devoraban a los hombres, decía Tomás Moro), siendo a partir de 1550 cuando se dé una intensificación en los procesos de concentración de parcelas, aumentando los rendimientos de un 10 a un 25%. No obstante, hubo terrenos no cercados que también aumentaron su productividad: los mayores aumentos de rentas se debieron a cambios en las estructuras de poder y no sólo por la tierra. Otro rasgo que además ha aportado un por qué a nuestro trabajo de la Protoindustria ha sido el hecho de que esta situación agraria en Inglaterra dejó muchos campesinos pobres y sin tierra, de modo que muchos de los que disfrutaban de tierras comunales pasaron a ser trabajadores asalariados en las primeras “fábricas” protoindustriales, acompañado de un gran éxodo rural.
En el siglo XVIII lo más destacable de la agricultura europea será la combinación y la constante dialéctica entre continuidad y cambio.
Pero, sin duda, donde más he extraído conclusiones que más me han aportado ha sido en la elaboración del trabajo La Protoindustria en Castilla en la Edad Moderna, junto a mis compañeros Nuria Brezos del Amo, Víctor Pajares Liberal y Janne Posti, con los que ha sido una plena satisfacción trabajar. Han sido muchos los aspectos de la Protoindustrialización los que me han llamado la atención, pero especialmente (como se puede comprobar en el trabajo) dos aspectos que ya he mencionado en este artículo: en primer lugar la precapitalización y el desarrollo del truck-system en la Castilla en forma de “constelación-nebulosa” que Viñas y Mey bien desarrolla en sus Notas sobre capitalismo industrial. Hasta ahora nunca hubiera creído que Oliver Twist hubiera podido vivir también en cualquiera de los tres siglos de la Modernidad (con todos los matices que esta observación aventurada conlleva). El segundo aspecto es la necesaria e inevitable interdisciplinariedad a la que hay que recurrir de forma casi obligada: es imposible comprender el fenómeno de Protoindustrialización no sólo en Castilla sino también en Europa, sin hablar de la mentalidad burguesa desde la Baja Edad Media, que propició la intromisión en los gremios de los primeros “capitalistas-empresarios” surgiendo las primeras fábricas. Este hecho nos lleva a otro hecho fundamental: la complementariedad entre cambio y continuidad, así como la labor de entresacar de entre los datos las innovaciones, siendo el ejemplo más relevante el de los gremios, resultando imposible eludirlos a la hora de hablar de manufacturación e industria, siendo tal vez ésta la causa de su prolongación y todavía éxito en el siglo XVIII. Para terminar, destacar que de clase, en relación a la Protoindustria en la Modernidad, el tema que más me ha aportado y que más interesante me ha parecido ha sido el de la Descriptio Urbis de los Registros de Florencia sobre los mercaderes de Burgos de 1527. El hecho de que el 10% de la población de Roma en dicha fecha fueran mercaderes castellanos descarta muchos aspectos de “leyenda negra” que todavía se tienen o de los que a veces desgraciadamente se parte. Nuria, Víctor, Janne y yo hemos trabajado desentrañando los “por qués” e intentando ir más allá de los datos, logrando el aspecto mejor de todo el trabajo: “rebobinando” en nuestras mentes y dándonos cuenta de que el trabajo realizado ha sido fructífero habiendo ampliado bastantes conocimientos.
Por último, hablar de los grupos de clase. Sus aportaciones, unido a nuestro trabajo de Protoindustrialización, en mi opinión han completado y enriquecido en gran medida el temario propuesto por el Departamento. El trabajo común que hemos desarrollado entre profesor y grupos de alumnos ha sido más que positivo, ayudándonos a profundizar en la materia que tratábamos en particular, a relacionarla con la de nuestros compañeros de clase, a darnos cuenta de nuestras carencias y aportaciones, a aprender cómo se hace una auténtica labor de investigación y, sobre todo, a experimentar el entusiasmo por el trabajo bien concluido, habiendo llegado a conclusiones no sólo satisfactorias, sino también honestas, basándonos en fuentes fiables y comparativas, siempre cotejando y tratando de ser lo más objetivos posible. Por lo demás, yo creo que lo más interesante de este curso cuatrimestral ha sido el no saber no detenerse en los datos, sino ir más allá, el no conformarse y preguntarse los por qués de los procesos históricos, yendo del pasado al presente para poder entender mejor muchos aspectos y factores posteriores que, de otra forma, nos hubieran pasado desapercibidos. Aspectos que se han dejado ver en los continuos debates en clase, en los que se ha puesto más que de manifiesto nuestro interés y nuestras ganas de aprender en común. He aprendido Historia de la Economía en la Edad Moderna, pero lo más importante ha sido aprender a ser historiadora.

sábado, 9 de febrero de 2008

DESPEDIDA a la Historia Económica Moderna.

La asignatura de Economía Moderna me ha servido, como conclusión general, para comprender que la economía no solo versa sobre números. Es una ciencia compleja, en la que interfieren múltiples factores y que aún esta por descubrir, ya que existen muchos campos económicos que aún no han sido investigados, y si lo han sido aún queda mucho que decir sobre ellos. Esta conclusión no solo la he extraído de las clases teóricas impartidas por el profesor David Alonso, sino también a raíz del trabajo realizado en grupo: “La Protoindustria”.

Del mismo modo que la economía es esencial para el desarrollo de cualquier sociedad, para el desarrollo de la economía son necesarios diversos y variados fenómenos como lo pueden ser la industria, la agricultura o el comercio y todo los aspectos que dichas materias contienen, desde las formas de producción hasta las técnicas o los recursos de que dispongan.
Con esto quiero decir, para ya adentrarme en la Economía que he estudiado y que se corresponde con la que se produce en la época Moderna, que la Economía no son solo números, sino que se sustenta en muchos factores, en pilares sin los cuales no existiría el progreso.

Dentro de este proceso económico que tiene lugar en la era moderna, además de estar íntimamente relacionado con las materias que señalaba más arriba, van a introducirse, para influir clara y decisivamente, innumerables elementos entre los que destaca la demografía, la política o el pensamiento del momento.
Como muestra clara de la idea que se acaba de plasmar tenemos el caso español. La España del siglo XVI es muy distinta a la España del siglo XVII, no voy a entrar a explicar porque, pero esta claro que factores como la política, los conflictos bélicos, la perdida demográfica afectaron directamente a su evolución económica, y si en el siglo XVI va a disfrutar de su máximo apogeo, en la siguiente centuria va a ver como países como Inglaterra, Francia o los Países Bajos la eclipsan casi en su totalidad.

Tras exponer estas ideas fundamentales para entender la compleja ciencia económica voy a tratar de explicar a modo de resumen los temas impartidos en clase y que aparecen en el programa.

En relación a la conclusión expuesta y entrando ya en materia voy a referirme al autor Wallerstein que basa su teoría económica en el: Centro, la periferia y la semiperiferia. El centro es el punto dinámico desde donde se difunden las innovaciones, y desde donde se crea la red económica necesaria para el progreso económica, y que establece a las distintas aéreas como necesarias entre sí. Esto ha de ser tenido en cuenta por la historiografía, que nace gracias a Adam Smith (al cual he dedicado uno de mis blogs), y que se divide en diversas teorías, como los son la Escuela de Cuantificación, el Marxismo británico, la Cliometría y los Annales, que son las tendencias básicas que estudian, analizan y desarrollan la Historia de la Economía; y a raíz de las cuales han surgido las demás tendencias historiográficas.
La historiografía actual es consciente de que el estudio económico es complejo, ya que no se limita al análisis de los números, sino que además de englobar múltiples materias y de tener en cuenta una gran diversidad de aspectos, ha de estudiar cada ciudad, cada país con criterios diferentes puesto que cada lugar evoluciona de una forma e influye en otros países de una u otra manera. A través de este estudio, donde los antecedentes son importantes, se ha de dar una visión global de la Europa Moderna y económica.

Sabiendo lo que se opinan actualmente sobre la Economía Moderna y como nació dicha ciencia, el siguiente tema analizado en clase fue el que se refería al pensamiento económico que tenían los contemporáneos de la Edad Moderna y que quedan reflejados en tres autores: Santo Tomás de Aquino, Nicolás de Oresme y Adam Smith[1], y en distintas ideas claves como lo son el mercantilismo.
Santo Tomás de Aquino: es el primero en reflexionar sobre los cambios económicos que acontecen en su tiempo. Lanzó la idea de “precio justo” para evitar las desigualdades sociales, y crítica los intereses impuestos por los prestamistas considerándoles un pecado de usura, debido entre otras cosas a su condición de clérigo, y que va en contra de la primera idea que expone: el “precio justo”.
Nicolás de Oresme: es uno de los primeros monetaristas de la historia, reconoce la importancia y el apoyo que deben prestar los príncipes para una evolución económica positiva. Con respecto al comercio opinaba que el príncipe tenía la obligación de favorecerlo (medidas proteccionistas), para aumentar las riquezas del Estado y lograr:
  • El bienestar de los súbditos.
  • El aumento de las arcas del rey.

Bajo la idea que propone Nicolás de Oresme sobre la intervención del monarca en asuntos económicos surge la idea del Mercantilismo que además de ser una práctica económica se apoya en diversos documentos escritos para su práctica. La idea fundamental del mercantilismo es el aumento de riqueza del rey y del Estado gracias a unas medidas intervensionistas, que se basan en el proteccionismo y en la autarquía, ambos métodos aparecen legislados.

La Agricultura es fundamental para el desarrollo económico del Estado Moderno, es básicamente cerealista y deja en un segundo plano a la ganadería. Sus métodos de producción y sus técnicas de trabajo y utensilios van a sufrir un desarrollo lento, pero apreciable en algunas zonas (Países Bajos e Inglaterra). La Agricultura va a padecer la expansión que tiene lugar en el siglo XVI y la crisis que se produce en el siglo XVII, pero ambas centurias no va a afectar del mismo modo a toda Europa, por lo que destacan dos países que van evolucionar llamativamente a lo largo de la Edad Moderna, y que son: Países Bajos (Holanda) e Inglaterra.
Holanda: su agricultura es excepcional gracias a sus avances técnicos, con la aparición de nuevos regadíos como el sistema Polders.
Inglaterra: si holanda destaca por su reformas en el ámbito de la producción, este país lo hace por sus transformaciones en la propiedad, con la creación de los Enclosures.
En el resto de Europa la transformación agraria es lenta y continuada, pero se da, contrariamente a la idea que yo tenía sobre la misma y que consideraba la agricultura como un factor estancado debido a las circunstancias vividas en el Edad Moderna.

En cuanto a la Industria solo diré, puesto que todo queda ampliamente explicado en el trabajo realizado por mi y por mi grupo “La protoindustria”, que es un largo proceso el que vive Europa hasta que verdaderamente se puede decir que sus países son industriales, y que este proceso se inicia con la protoindustrialización y finaliza con la aparición de las fábricas.

El apartado del comercio no ha sido explicado en clase, pero si ha sido tratado en diversos trabajos, como “El comercio con América”. En líneas generales puedo decir, y según lo que he podido averiguar mientras realizaba el trabajo de la Protoindustrialización, es que va íntimamente relacionado con los procesos agrícolas e industriales y que va a sufrir los mismo altibajos.

El tema de la Banca tampoco ha sido desarrollado en clase pero si ha sido estudiado y analizado por mis compañeros en diversos trabajos.

Para finalizar y rematar este último blog he de referirme al trabajo en grupo, como una experiencia gratificante debido al resultado y también compleja. Han sido muchas las horas dedicadas a la creación del mismo, y muchas las bibliotecas consultadas (Banco de España, Biblioteca Nacional, Centro de Estudios Empresariales...) en lo que ha sido mi primera actividad como investigadora (me atrevo a llamarlo así porque desde el ámbito personal he descubierto nuevas visiones históricas y nuevas percepciones).

A mis compañeros de trabajo agradecerles el esfuerzo y la atención prestada al trabajo, y a mis compañeros de clase y al profesor David Alonso, gracias por la paciencia y el interés mostrado durante nuestras temidas y salvadas exposiciones.

Y aquí finaliza la asignatura de Historia Económica Moderna. Un saludo para todos, y espero volver a encontrarme con ustedes para seguir trabajando juntos.
Nuria Bezos del Amo.


[1] Adam Smith: no habló en este blog de él puesto que ya hay uno dedicado expresamente a su figura y a su política económica.

jueves, 10 de enero de 2008

SIMÓN RUIZ

Introducción.

La figura de Simón Ruiz es importante para la España del Quinientos. Simón fue uno de los mercaderes más importantes de Medina del Campo, que además participó en las nuevas formas de mercado que aparecen en el siglo XVI, y que son los mercados financieros, en los que surge un elemento imprescindible actualmente y al que llamamos cheque y que por entonces era conocido como letra de cambio, instrumento que manejó con gran destreza el mercader español.

En este blog me referiré de los negocios que llevo a cabo Simón Ruiz, sin entrar a detallarlos, para poder ver como el comercio de mercancías y el de las finanzas van de la mano en la época, además se podrá comprobar como evolucionó Simón Ruiz en tales negocios, gracias entre otras cosas a su talante atrevido que hizo que esta figura no rechazará ningún proyecto, ni financiero ni comercial, lo que le situó como uno de los personajes más importantes dentro de la economía española, y europea del siglo XVI.


Los comienzos de Simón Ruiz.

Simón Ruiz nació en Belorado (Burgos) en torno al 1525. Desde 1545 práctica, por libre, el oficio de comerciante, manteniendo una estrecha relación de colaboración con Yvon Rocaz, de Nantes que le enviaba fardos de lienzo que él vendía en las ferias de Castilla.

Los principios del mercader son sencillos, dedicándose casi exclusivamente a la compra y venta de lienzos, trabajando solo hasta 1551, cuando decide asociarse el tesorero de Aragón, Juan de Orbea y con la intención de poder hacer comercio en Bretaña. En dicha asociación, es el tesorero el que más capital aporta, por lo que debía recibir mayores beneficios, concretamente dos tercios, pero el negocio salió mal y el tesorero denunció el contrato y se terminó dicha unión.

Este hecho no hizo que Simón Ruiz no continuase con su labor, ya en 1553 volvía a formar asociación, pero esta vez con dos paisanos: Andrés Merino y Francisco de Zamora. La intención en esta ocasión era comprar artículos diversos en Francia para venderlos en Castilla, y eran ayudados para ellos por Andrés Ruiz que desde Nantes les facilitaba la materia que era muy difícil de conseguir en un período de guerras continuas. Simultáneamente Simón Ruiz buscaba socios temporales para dedicarse a labores más momentáneas, hasta que en 1554 Yvon Rocaz vuelve a enviarle fardos de telas en compañía de otro nantés, Jean Le Lou, mientras que desde España Simón era ayudado por su hermano Vítores Ruiz y su primo Francisco de la Presa.

En 1556 se acaban las hostilidades entre Francia y España debido a la tregua de Vaucelles, y será en ese momento cuando el mercader español decida formar una sociedad en toda regla con Yvon Rocaz y Jean Le Lou, aportando el mercader un tercio del capital de dicha sociedad, que durará hasta la muerte de Yvon Rocaz en 1566.

De nuevo en 1559 se firma una tregua entre los dos países vecinos, y el comercio entre españoles y franceses vuelve a ser favorable, pero es entonces cuando Simón Ruiz debe hacer frente a uno de sus primeros problemas financieros.
Simón había exportado monedas sin autorización, delito muy común en la época y que se pagaba entregando la correspondiente multa a las autoridades, en este caso el Consejo Real exigió el pago de 1.000 ducados al mercader y le prohibió volver a comerciar con Francia. Pero consta que Simón no llegó a pagar dicha multa, ya que a cambio concedió un préstamo a un alto cargo, un préstamo que ascendía a los 2.500 ducados y que difícilmente podría reembolsarse, dicha hazaña le permitió recuperar su licencia de comerciante en ese mismo año

Tras esto decidió aumentar su territorio de trabajo, y puso sus ojos en Sevilla, el puerto más importante de la Península. Su intención era hacer llegar allí telas para venderlas, un negocio similar al que ya había practicado con anterioridad y para el cual esta vez se asocio con la familia Maluenda, procedente de Burgos. Los primeros frutos del negocio fueron positivos por lo que el mercader burgués decidió establecer un representante permanente en Sevilla, primero sería Jerónimo de Valladolid (1560 - 1565) y más tarde Francisco de Mariaca.
Las ventas se hacían por cuenta de las dos compañías:

- Simón Ruiz, junto con Yvon Rocaz y Jean Le Lou.
- Vítores Ruiz junto con Francisco de la Presa y Andrés Ruiz.

En torno al año 1565 ambas compañías extendían su campo de acción hacía Rouen, siendo en esta zona el representante de los Ruiz, Sancho de Arbieto que sería sustituido por Antonio de Quintanadueñas.
Pese a que los negocios de Sevilla y de Rouen prosperaron bien, el de Bretaña siguió siendo el más importante.


Problemas.

Pese a todo no hay que olvidar que dentro de estos negocios hubo problemas, los cuales no son demasiado conocidos ya que Simón Ruiz supo casi siempre tratarlos con enorme delicadeza, lo que no evitó que alguno de sus socios se lamentará de los negocios establecidos, tal es el caso de Yvon Rocaz que se lamenta por las deudas incobrables a consecuencia de las quiebras.
Uno de los conflictos que más destaca es el acontecido en 1564 y que se debió a una exportación de numerario detenida en Miranda de Ebro y por la cual fueron detenidos Vítores Ruiz y Francisco de la Presa.
El conflicto fue el siguiente: Constantino Getile y Francisco Bravo de Valladolid, ambos hombres de negocio, habían obtenido de Felipe II licencias de exportación de numerario. En 1563, en la feria de Medina del Campo había hecho unas operaciones de cambio con los Ruiz y Presa. Estos anticipaban en España la suma que debía ser pagada a sus corresponsales, parte en Bayona y parte en Flandes. Los fondos exportados pasaban a Francia bajo la cobertura de licencias perfectamente en regla a nombre de Gentile y Bravo, cuando en realidad no era así. El hecho que motivó la denuncia, fue que Vítores Ruiz y Francisco de la Presa acompañaron el traslado de dichos numerarios, cuando se suponía que no les pertenecía, lo que hizo pensar que no actuaban de forma legal, por lo que se les debió acusar de haberse servido de Gentile y Bravo como testaferros y de haber infringido las leyes sobre la salida de metales preciosos.
Tras este hecho desagradable, Simón y Andrés Ruiz se reúnen con Yvon Rocaz para saldar sus cuentas, a la vez que Jerónimo de Valladolid es sustituido por Francisco de Mariaca en Sevilla. En la reunión determinaron que pese a los acontecimientos sufridos, las ganancias habían sido buenas, lo que no hacía que Yvon se tranquilizará que veía en el comercio de Sevilla ciertas inseguridades que no aparecían en Castilla, lo que no dejo de ser verdad, ya que en 1567 una serie de quiebras asolaron Sevilla afectando sobre todo a Burgos y por lo tanto a los Ruiz. A esto hay que añadir que en Francia tanto Andrés Ruiz como Yvon Rocaz se encontraban con diversas dificultades en la tesorería, como lo era la suspensión de pagos reales.
Esta crisis se extendió hasta el año siguiente, lo que hizo que Simón Ruiz se endeudase teniendo que pagar con estas deudas altos intereses que se devoraban todo beneficio.
Tras estos conflictos que se superan a duras penas, Simón Ruiz abandona su interés por el comercio con Sevilla y también por la venta de lienzos, fijando sus ojos en otros negocios.


Nuevos negocios.


Tras su experiencia como deudor, el mercader decide dedicarse al negocio de los préstamos, es decir, comienza la que es su verdadera carrera como hombre de negocios, su carrera como prestamista, sirviendo a importantes hombres tanto de España como de todos los países con los que comerciaba (Francia, Portugal, Italia... Gracias a estas relaciones como prestamistas, Simón Ruiz obtenía (además de lo que le aportaban los negocios mercantiles) una serie de rentas regulares que le ofrecían regularidad, así estas letras de cambio que facilitaba le aportaban grandes beneficios.
Los nuevos negocios de Simón se deban a sus buenas relaciones con dos destacables portugueses: Antonio Gomes d´Elvas y su hijo Luiz, con los que libra numerosas operaciones de dos tipos: tráfico de mercancías y especulaciones sobre los cambios dentro de estas mercancías, siendo esto último lo que más ventajoso le resultaba.
Gracias a estas relaciones Simón Ruiz se consolidará como intermediario entre el pequeño comercio portugués y el comercio francés, italiano y español.
En Flandes va a colocar a diversos colaboradores para que le mantengan informado sobre los precios de las mercancías, las oscilaciones de los cambios y sobre todos los acontecimientos que acontecían en la ciudad y que perjudicaban o beneficiaban al comercio.

Estas buenas relaciones con Portugal y Francia van a lograr que este hombre de negocios se convierta en 1576 en acreedor de Felipe II. Simón utilizará sus relaciones portuguesas, lionesas (con la ciudad de Lyon) y de Anvers para suministrar al Rey letras de cambio que sirvieron para el pago de la soldada de Flandes en un momento crítico para la Corona después de la crisis de 1575. De este modo iniciaba su nueva vida como hombre dedicado a las finanzas, llegando a tratar de igual a igual con personajes relevantes en el mundo de las finanzas como los son los Fuggers o los Spínola.

Esta promoción como hombre de finanzas hizo que su actividad como comerciante creciese, participando en empresas variadas, actuando como socio de alguna asociación o trabajando totalmente de forma individual, es decir por su cuenta, mintiendo la importancia del comercio en Nantes, hasta que en 1576 se diera cuenta de que dicho comercio ya no aportaba beneficios importantes, sin llegar a abandonar dicho tráfico de mercancías, dejo de encargarse de ello personalmente, para ocuparse de otros negocios que parecían proliferar, tal es el caso de Rouen y Flandes.
Los conflictos anglo- españoles que se habían iniciado en 1568 hacían que el puerto de Rouen se estableciera como intermediario necesario y obligado entre los beligerantes. Pronto este comercio superó el de Bretaña.

Muy pronto Simón Ruiz se destacó no sólo como hombre de finanzas sino también como un hombre dedicado a negocios dispares, sobre todo desde 1580 cuando Felipe II es reconocido rey en Portugal. Simón no se dedicaba a un tráfico de mercancías concreto, aunque si fue el de los lienzos su negocio más duradero, sino que abarcaba todos los campos que surgían a su paso, es decir, se arriesgaba continuamente en nuevas propuestas de comercio, aunque casi siempre eran propuestas espontáneas y realizadas en un plazo de tiempo muy breve y muy concreto.


Sus últimos movimientos.

En 1585 decide asociarse con su sobrino Cosme, creando una sociedad en la que tío y sobrino entraban en condiciones de igualdad, del mismo modo que entraba el máximo colaborador de Cosme, Lope de Arziniega. Simón aportaba el capital y se beneficiaba de un tercio de los posibles beneficios, dejando el mando a su sobrino y a Lope que sólo le consultaban sobre las operaciones más complejas. De este modo dejaba en manos de sus nuevos y jóvenes socios su comercio principal, los lienzos, para dedicarse casi totalmente a las finanzas.

En 1592, con 65 años y estando ya enfermo decidió dar mayor importancia a su sobrino, por lo que crea una nueva sociedad conocida como “Simón y Cosme Ruiz”, que anticipa de alguna forma su retirada y su dedicación a la construcción del hospital general de Medina del Campo, al que entregará sus últimos años de vida y a lo que se debe que esta figura no haya quedado en el olvido.
En 1596 hacía su testamento Simón Ruiz y un año más tarde, concretamente el 1 de marzo fallecía dejando una importante fortuna.





Referencias.

- “Simón Ruiz (1525 - 1597) en Medina del Campo”. Publicaciones de la Camara Oficial de Comercio e Industria de Valladolid, 1971, Valladolid.
- Juan José de Madariaga, “Bernal Díaz y Simón Ruiz, de Medina del Campo”, Ediciones Cultura Hispánica, 1966, Madrid.