jueves, 1 de noviembre de 2007

LA INFLUENCIA RELIGIOSA SOBRE LA ECONOMÍA Y LA USURA.

La Iglesia y su poder.

La Iglesia a lo largo de la historia ha tenido una gran influencia espiritual, pero durante la Edad Media se caracterizo por su enorme poder político y económico. Algunos autores como Bühler (1977) han dejado señalados algunos de los aspectos empleados por la Iglesia para hacerse con el poder y de ese modo extender su influencia sobre el mundo medieval.
Los papas buscaban extender todo lo posible su poder secular incluso llegando a tutelar reino y gobiernos. En cuanto a las ordenes monacales, pese a sus votos de pobreza, llegaron a formar inmensas corporaciones donde llegaron a establecerse miles de miembros.

Los monasterios aumentaban constantemente sus posesiones terrenales, los que hacía que se convirtieran en muchas ocasiones en dueños y señores de importantes latifundios, lo que les permitía intervenir en política, economía así como servir de consejeros en los principados. Autores escolásticos como Santo Tomás de Aquino han logrado mediante sus textos combinar el ascetismo y dominación del mundo a través de elementos jurídicos, políticos, teologales y económicos, con la justificación final de que todas estas pretensiones de dominación tanto en cultura, economía, enseñanza... se debían a la búsqueda de un sistema universal en el que el orden social fuera armonioso y equilibrado.

Para los filósofos escolásticos el individuo debía aceptar su condición social, porque ese era su papel en este sistema universal armonioso, lo cual implicaba que la Iglesia aceptaba como normales las diversas y numerosas desigualdades sociales. Se basaban en la idea de que el bien de cada parte equivalía a conseguir el bien del todo. Para estos autores la justicia era por lo tanto que cada individuo aceptase su condición por el bien común, es decir las desigualdades sociales eran necesarias para poder llegar a formar ese mundo armonioso del que Santo Tomás de Aquino nos habla, por lo tanto no es de extrañar que fuera la Iglesia, conocedora de estos aspectos, la que intentará dominar en todos los ámbitos mundanos, es decir, en la sociedad, la política, la economía.

Estos intentos de la Iglesia de hacerse con los poderes seculares y de dominar las pautas de gobierno y economía de la sociedad hizo que los poderes terrenales, es decir que los reinos se enfrentarán a ellos en numerosas ocasiones, sobre todo a lo largo del siglo XIII.
La Iglesia era en el período medieval una institución con mucha fuerza y con no menos importancia, cuya manifestación más clara de poder se aprecia claramente en las enormes cantidades de tierra que llegó a controlar. Hablamos de que los monasterios más pequeños y de menor influencia contaba aproximadamente con unas 4.000 hectáreas cultivables y por lo tanto productivas, pero si nos referimos a los monasterios de veras influyentes podemos hablar de una cifra bastante más amplia, de unas 40.000 hectáreas productivas. Estas cantidades demuestra que no solo la Iglesia tenía como máxima ambición alcanzar todos los poderes, sino que se lo podía permitir por verse en situaciones económicas muy favorables, y siendo apoyadas por la mayor parte de los fieles, recordemos que nos encontramos en una época en la que es la Iglesia la que impone las tradiciones y las normas sociales, lo que nos indica que en muchas ocasiones la Iglesia cuenta con más apoyos que la Realeza.

La tierra se repartía en lotes y parcelas trabajadas por siervos y colonos, dichas tierras se encontraban dentro de aldeas y muchas veces aparecían mezcladas con las tierras de los pequeños campesinos. Estas posesiones seguían la normativa del derecho consuetudinario a usufructuar comunalmente los bosques y los pastos. Los monasterios seguían las normas de producción que otros señores laicos, y a ellos les servían siervos y campesinos sujetos a prestaciones personales hacia ellos, tal y como ocurría con las relaciones de vasallaje entre un señor laico y un campesino. También practicaron la entrega de ciertas tierras a campesinos a cambio de prestaciones y tributos, así como a través de contratos de arrendamiento tanto de corto como de largo plazo.

Muy pronto estos monasterios se comenzaron a organizar en grupos artesanales. Al principio estas organizaciones se encargaban de abastecer las necesidades más elementales, pero bajo la idea de que la autarquía era, solo eso, un ideal la artesanía clerical va a ir aumentando apoyándose también en las nuevas formas de fabricación.
Pronto surge la especialización de estos tipos de trabajo, la división del trabajo y la asignación de tareas, ya que todo el mundo no trabaja cualquier cosa, es decir se establecía en los diferentes puestos de trabajo a personas capacitadas para llevarlos a cabo, como ejemplo más claro y llamativo está el establecimiento de gineceos en los que las mujeres se dedicaban a tejer y a hilar ropajes.
Estas nuevas actividades de producción se hacían en numerosas ocasiones dentro de los mismos monasterios, como ejemplo la Orden Cisterciense que logró aumentar y expandir sus tierras actuando en aquellos espacios donde habían conseguido derechos señoriales, mediante la compra de la propiedad dominical donde ya tenían la jurisdicción. Una vez logrado este objetivo, se dedicaban a reordenar la parcelación y la producción. Sus granjas combinaban la producción de cereales, pastoril y vitícola, con la metalurgia; orientando la producción de centeno, queso, leche y mantequilla, hacia el consumo del monasterio, y productos como la carne, la lana, trigo y vino a los mercados regionales.
Esta artesanía pronto provocó que dentro de los monasterios se crearan manufacturas para ser exclusivamente vendidas al exterior, además la gran organización de los monasterios les permitió comerciar de forma independiente en mercados y ferias, y establecer y ofrecer servicios de transporte.

Pronto los monasterios se convirtieron en centros encargados de la producción y venta de determinados productos como la lana, destaca una orden monástica española, que durante el siglo XIII, logró apoderarse de gran parte de los mecanismos locales de circulación de la tierra y consiguió hacerse con más medios de producción que la comunidad campesina alrededor de la cual estaba asentado; también acumuló derechos de aprovechamiento de tierras comunales, bosques y pastos en cantidades superiores a cualquier otro particular, por lo que en los marcos políticos en los que se producía la negociación, producción y distribución de recursos y bienes, jugaban indefectiblemente a favor del monasterio.
Según Echegaray (1999) estas actividades conllevaron a un sistema altamente ineficiente en términos económicos, pues el proceso se orientó hacia la consolidación de una gran propiedad monástica acumuladora de renta con fines suntuarios, en desmedro de la pequeña propiedad campesina, que necesariamente adquirió un perfil de mera subsistencia, tal y como había ocurrido durante la Alta Edad Media.

Doctrinas económicas difundidas por la Iglesia.

Gracias a los filósofos y teólogos escolásticos se puede observar la evolución del pensamiento económico de la época medieval, y que estuvo controlado y también implantado por este grupo religioso de pensadores.
Dicho pensamiento a su vez se vio sometido a la tradición y a la influencia del pensamiento aristotélico, intentando mezclar diversos preceptos éticos e ideas de la religión cristiana.
El crecimiento económico que se produce durante los siglos XII y XIII, va a poner en peligro los viejos valores cristianos, obligando a los teólogos a dotar de mayor flexibilidad sus concepciones económicas sobre todo a aquellas que se refieren a la determinación del valor de las mercancías, cuyo tratamiento está implícito en la idea del "justo precio" y en su condena a la usura y el cobro de interés.

La principal preocupación de los escolásticos era la búsqueda de las nociones de equidad y justicia en cuanto a la determinación de los precios y salarios.
Fue el desequilibrio en el poder de negociación que se manifestaba entre vendedores y compradores de mercancías, o en el terreno de fijar los salarios del trabajador, lo que hizo que se planteará el tema de la equidad y justicia de los precios.
Es el filósofo Santo Tomás de Aquino, el promulgador de la teoría de "justo precio" y el máximo condenador de la usura.

Santo Tomás de Aquino.

Nació en Rocaseca, Nápoles, en 1225 y murió en Fossanova el 7 de marzo de 1274, cuando iba a participar en el II Concilio de Lyon. Hijo del conde Aquino, estudio en el monasterio de Montecasino para después proseguir sus estudios en la universidad de Nápoles. En el año 1244 tomó el hábito en la Orden de los Predicadores, donde conocerá a Alberto Magno y con el que estudiará en Colonia.
Fue filósofo y teólogo medieval, basó su doctrina en la tendencia escolástica siendo una de sus máximos representantes, fue el primer representante de la teología natural y es el padre de la escuela Tomista de filosofía. Fue profesor de teología en diversas universidades destacando París, Roma, Bolonia o Nápoles.
Autor de numerosas obras y de gran calidad, destaca como su obra más importante es "Summa Theologica", donde habla de Cinco Vías para demostrar la existencia de Dios, y en el que se incluyen otros aspectos como la economía, dentro de la cual critica la existencia de la usura, lo que condena como pecado por incumplir las exigencias de Dios, además reflexiona sobre el fraude cometido en las compras y ventas, sobre los cambios económicos de su época fijándose en la expansión del comercio, en la aparición de los créditos. En el año 1323 fue canonizado y desde 1567 declarado Padre de la Iglesia, Patrón de las Universidades y Centros de Estudios católicos, en 1880. Su fiesta se celebra el 28 de enero por la mayor parte de las universidades, entre la que destaca la de filosofía y letras, por ser Santo Tomás de Aquino un hombre de letras.


El justo precio.

No es una teoría del valor, constituye una serie de reglas de lo que estaba prohibido o era ilícito realizar en una transacción, como comprar un bien con el objeto de venderlo a un precio superior. Constituye un elemento virtuoso. Preceptos similares conducían a establecer salarios justos para los trabajadores.

Santo Tomás de Aquino fue el primer escolástico en lanzar una teoría sobre el precio justo pero nunca llegó a establecer los mecanismos necesarios para el funcionamiento del mismo.
Otros escolásticos consideraban los aspectos referentes al trabajo, los costos, y los beneficios "legítimos" del productor, pero no llegaron a los convertirlos en elementos decisivos en la determinación del valor de las mercancías. Por encima de estos aspectos se establecieron ideas morales y religiosas que eran de obligatorio cumplimiento para los cristianos que realizaban cualquier tipo de actividad económica o establecían un contrato, a riesgo de sufrir la condena moral y religiosa de su comunidad.
Una de las cuestiones más importantes relacionadas con la moral religiosa y con la economía cristiana es la Usura.



Usura.

Hunde sus raíces en los escritos de tradición cristiana en los que también se menciona el "justo precio", y que son motivados por autores como Santo Tomás de Aquino al cual nos hemos referido anteriormente, que consideran tal acción como algo perverso, negativo que debía imponerse en la ley civil, en la religiosa ya lo estaba (aparece referido en la Biblia), como una prohibición condenable por delito.
Mientras el uso y la circulación de la moneda tuvieron un carácter limitado la cuestión de la usura permaneció en un segundo plano, pero al acelerarse el uso de la moneda y del crédito a partir de la segunda mitad del siglo XII, la postura de la Iglesia al respecto se hace menos radical, debido a los propios intereses religiosos.

Durante el siglo XIII se puede observar que la Iglesia ha abandonado la condena absoluta de la usura por preceptos más tolerantes, lo cual se debe a los intereses de la propia Iglesia, ya que no hacer uso de la usura significaba un retroceso económico para los monasterios y demás conjuntos eclesiásticos, lo que implicaba que fueran otras instituciones no temerosas ante esta práctica las que se hicieran con el poder.
Para justificar el abandono de la crítica y condena de la usura surge una diferenciación entre usura e interés, de manera que se denuncia fundamentalmente los excesos en el cobro de interés, al usurero manifiesto. Por el contrario, para dar relevancia al concepto de indemnización, de remuneración del trabajo, y del riesgo, los escritos escolásticos comienzan a revelar justificaciones para la percepción de un interés.

En el siglo XV se crea como justificación la idea del Lucro Cesante, que no es otro cosa que los costes de oportunidad, lo que se deja de ganar al no invertir, es decir, si yo tengo una cantidad de dinero y la invierto toda en una misma cosa, ese dinero no podrá darme ningún beneficio en otras actividades, excepto en la actividad que lo he invertido. Existían diversas formas de manifestar y de entender este lucro cesante, que en definitiva servía para legitimar los intereses, para dar cierta seguridad al inversor al que se le permitía imponer una cantidad de intereses para evitar una pérdida total.
Esto implica considerar como lícitas algunas operaciones como la renta consolidada, el cambio y las sociedades de comercio.
Gracias a la no condenación de la usura se produce la rehabilitación de trabajos anteriormente menospreciados y el trabajo se convierte en una fuente de riqueza y de salvación, al mismo tiempo que se justifica la obtención de beneficios generados a partir del ejercicio de las actividades profesionales.

El rechazo de la Iglesia hacia el mercader va cediendo poco a poco y se deja por sentado que los individuos dedicados al comercio trabajan al servicio de la sociedad y en función del bien común.
Pese a todo no se puede decir que se eliminaran concluir todos los obstáculos morales y religiosos que afectaban el comercio y las operaciones financieras. La prohibición, al menos en teoría, de operaciones como la venta a crédito o la venta simulada de un bien, revelan las limitaciones que existían respecto a la percepción sobre aspectos inherentes al riesgo y la obtención de beneficios.
Finalmente hay que señalar que pese a que la Iglesia monopolizó durante la Edad Media el pensamiento dirigido a explicar y justificar las actividades mercantiles, financieras y de trabajo, no se puede decir que durante esta época se creará una verdadera doctrina económica, ya que los filósofos de la época se limitaron a criticar ciertos aspectos económicos considerándolos poco ortodoxos, pero nunca llegaron a crear una verdadera doctrina económica definiendo y estableciendo normas generales de comercio, y por lo tanto de economía.

La Iglesia nunca abandonó sus posturas moralizantes respecto a las actividades productivas, especialmente las financieras. Cuando el monje escolástico Nicolás de Oresme, advirtió hacia mediados del siglo XV sobre lo insano que resultaba para la actividad económica las prácticas muy comunes entre los gobernantes dirigidas a alterar y manipular las monedas, su preocupación fundamental era introducir la sanción moral y la razón en las prácticas monetarias de la monarquía, porqué para él el príncipe era el máximo responsable de la moneda, y por lo tanto debía protegerla, fijar su valor, tanto intrínseco como nominal, tenía que garantizar la estabilidad de la misma, y por supuesto no manipularla, las devaluaciones eran perjudiciales para el pueblo y el rey debía favorecer principalmente los intereses del pueblo.
La misma idea tenía sobre el comercio, en el que él príncipe debía actuar como máximo propulsor para aumentar las riquezas del reino y de este modo el bienestar del pueblo y el aumento de las arcas reales. Hablamos del principio del mercantilismo.

Nicolás de Oresme.

Nació en el año 1323, y murió un 11 de julio de 1382. Se le considerá un genio intelectual, y uno de los máximos y más llamativos pensadores del siglo XIV. Fue un gran economista, matemático, físico, astrónomo, filósofo, psicólogo y musicólogo. Teólogo por excelencia, llegó a ser obispo de Lisieux, y consejero del rey Carlos V de Francia.


La Usura en la actualidad.

La definición actual de usura es que esta consiste en el cobro de tipos de interés desmesurados o excesivamente altos sobre los préstamos. El término no tiene mayor significado en economía, pues los análisis teóricos establecen que el precio del dinero se fija, como el de cualquier otro bien, de acuerdo a las fuerzas que concurren al mercado. Si el mercado de dinero es libre, será la conjunción de la oferta y de la demanda las que determinarán el tipo de interés. En una situación de información perfecta, y si se cumple todos los requisitos de los mercados de libre competencia la usura no podría existir.

Actualmente y en caso de máxima pobreza están documentados distintos casos de préstamos (usura para los medievales) que tiene como interés la fuerza del trabajo del individuo al que se ha otorgado dicho préstamo, esto ocurre entre aquellas asociaciones que transportan inmigrantes, a los que someten a la esclavitud si no logran para dicha deuda. Como ejemplo más exagerados se conoce que en lugares de África y de Asia, se garantiza como tipo de interés la entrega de losl interés o el préstamo se pasa por alto los derechos fundamentales del ser humano.

1 comentario:

David Alonso dijo...

Esta entrada es muy buena y no sólo por sus contenidos. Su autor ha sido capaz de lanzar líneas de contacto con la realidad, lo que demuestra una interesante madurez como estudiante.
Algún detalle a mejorar para el futuro: las fuentes de información se deben citar por completo.
No olvidéis firmar la entrada. ¿Quién ha sido el autor de ésta?
Un saludo,
David Alonso